SUB1 ACT2 Situación de la Seguridad Alimentaria en México

 

 ACTIVIDAD 2



  •   ¿Cuál es la situación de la seguridad alimentaria en el país?

     

    Resumen: Seguridad alimentaria y pandemia en México: algunos resultados y varias preguntas

    Paloma Villagómez Ornelas

    agosto 5, 2021

     

    La vulnerabilidad socioeconómica de algunos sectores de la población  expondría no sólo a la enfermedad, sino a la agudización de la pobreza y la precarización de sus dietas.

    En México varias fuentes de información han dado seguimiento al estado de la salud, la nutrición y la seguridad alimentaria durante este periodo. Están, por ejemplo, las estimaciones derivadas de la Encovid-19 realizada por Equide-Ibero, que documentó un desplome dramático de la seguridad alimentaria de los hogares, cayendo de 39 % en abril de 2020 a 27 % en marzo de 2021. En febrero de 2021, el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) presentó los resultados de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición – Continua Covid-19, en la que encontró que sólo 40 % de los hogares lograron mantener su seguridad alimentaria en 2020.

     

    La Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) realizada por el Inegi también permite dar seguimiento al acceso de la población a alimentos y su edición 2020 fue presentada hace unos días. Me sirvo de ella para presentar aquí una brevísima nota sobre el estado de la seguridad alimentaria de la población mexicana, en un año crítico para la salud y la economía de la población. Antes, cabe hacer algunas notas conceptuales y metodológicas. La aproximación de estas encuestas a la seguridad alimentaria se realiza a través de escalas que recogen las experiencias de los hogares en cuanto a las restricciones que han experimentado –o no– en términos de su acceso a alimentos, explícitamente por falta de dinero u otros recursos, durante los tres meses previos al levantamiento de la encuesta. (ENIGH,2020)

     

    Las escalas más utilizadas en el país son la Escala Latinoamericana de Seguridad Alimentaria (ELCSA) y la Escala Mexicana de Seguridad Alimentaria (EMSA), una versión acotada de la anterior. La lógica de las escalas es trazar un continuo de severidad que plantea situaciones que van desde la preocupación por quedarse sin alimentos hasta episodios de hambre en el hogar, distinguiendo cuatro niveles: seguridad alimentaria e inseguridad leve, moderada o severa. La EMSA es utilizada, además, como referencia para la medición del indicador de carencia por acceso a la alimentación del Coneval que, a su vez, forma parte de la estimación global de la medición multidimensional de la pobreza. Retomo la ELCSA incluida en la ENIGH para revisar brevemente el nivel y distribución de la seguridad alimentaria a nivel hogar en 2020 y las diferencias respecto a los resultados de su medición en 2018.

     

    Estado de la seguridad alimentaria en México, 2018-2020

    Si bien el país ha ido recuperando gradualmente los empleos perdidos por la pandemia, entre el primer trimestre de 2020 y el primero de 2021, la pobreza laboral en México aumentó de 35 % a 39 %; es decir, cuatro de cada diez personas perciben ingresos por trabajo menores al costo de la canasta alimentaria básica. Durante este mismo periodo, la inflación ha alcanzado niveles superiores al 7 %, afectando de manera particular el costo de los alimentos básicos y los combustibles para la cocina y el transporte de personas y alimentos. Si consideramos el confinamiento, el estancamiento económico, la enfermedad y muerte que ha traído la pandemia, se esperaría que la capacidad de las personas para alimentarse se hubiese visto severamente afectada respecto a los años anteriores y que el impacto fuese más fuerte entre quienes ya eran vulnerables a esta situación.

     

    Si se mira sólo el agregado nacional, éste no parece ser el caso. Aunque se aprecia una disminución global de 5 puntos porcentuales en la seguridad alimentaria, esta reducción está relacionada con el aumento de la inseguridad leve, pues los grados más intensos permanecieron prácticamente igual.

     

    Cuadro 1. Distribución de la seguridad alimentaria en hogares. México, 2018 y 2020

     

    Sin embargo, ante la evidencia sobre los efectos desiguales de la pandemia, se vuelve necesario revisar la distribución de la inseguridad alimentaria entre grupos específicos de población. Observamos, en primer lugar, que la población rural no muestra variaciones sustantivas en sus niveles de inseguridad alimentaria, mientras que la urbana experimentó situaciones que elevaron el nivel leve de la inseguridad alimentaria, con una reducción consecuente en la prevalencia general de seguridad alimentaria (gráfica 1). Sucede lo mismo en hogares donde él o la jefa son hablantes de lengua indígena; parecería que lograron mantenerse estables mientras sus contrapartes no hablantes presentan niveles ligeramente mayores en los grados menos agudos de la inseguridad alimentaria (gráfica 2).

    GRÁFICA 1

    GRÁFICA 2

    Los hogares no presentan cambios relevantes en sus niveles de inseguridad alimentaria en función del sexo de la jefatura. En todo caso, respecto a esta variable cabe destacar un rasgo que parece estructural: los hogares en inseguridad alimentaria moderada y severa presentan proporciones de jefatura femenina ligeramente superiores al promedio (29 %), mostrando una mayor exposición de los hogares dirigidos por mujeres a dificultades en el acceso a una alimentación adecuada. Otro escenario preocupante es el de los hogares donde residen menores de 18 años, en los que la inseguridad alimentaria es sistemáticamente más alta y quizá más sensible a crisis, dadas las presiones económicas que representan las fases tempranas de la crianza y la formación (gráfica 3).

     

    Gráfica 3

     

    Por otra parte, la seguridad alimentaria está estrecha y sistemáticamente vinculada a la capacidad económica de los hogares: entre mayores son los ingresos, mayor será la probabilidad de encontrarse en seguridad alimentaria, al menos en la manera en que es medida. Si bien esto facilita creer que la distribución de transferencias económicas bastaría para prevenir problemas de acceso alimentario, la persistencia de inseguridad alimentaria en deciles de ingreso medios o altos sugiere lo contrario. De ahí que los cambios más notables entre un año y otro sean la disminución de la seguridad alimentaria y el aumento de la inseguridad leve, una relación que se repite en toda la distribución con diferencias apenas un poco más elevadas en deciles medios.

     

    GRÁFICA 4

     

    Tenemos, entonces, que los hogares que concentran rasgos de desventaja estructural que los vuelven más susceptibles a la falta de acceso a una alimentación adecuada no aumentaron su vulnerabilidad a la inseguridad alimentaria en un periodo de crisis tan extraordinario como el que hemos vivido a partir de la pandemia. ¿Será que la política social instrumentada durante la pandemia ha contribuido a que la precariedad en el acceso a alimentos de los hogares más vulnerables no empeore?

    Como sabemos, al menos a nivel federal no se diseñaron intervenciones específicas para este periodo extraordinario, sino que se adelantaron las acciones ya diseñadas para circunstancias normales. Ese arreglo inicial fue informado a tiempo sobre sesgos, errores y vacíos, algunos de los cuales reproducían errores previos o creaban otros nuevos, atribuibles a los instrumentos utilizados para el diagnóstico de las necesidades de la población y la identificación de posibles titulares. El resultado es que, entre 2018 y 2020, si bien el porcentaje total de hogares con transferencias públicas no cambió, sí alteró su composición en detrimento de la población rural y de aquélla que se ubica en los deciles de menor ingreso (gráfica 5 y gráfica 6).

     

    GRÁFICA 5

    GRÁFICA 6

    Como muestra la gráfica 7, los hogares perceptores de programas –cuyas prevalencias de inseguridad alimentaria son más altas como resultado de la precariedad que, en principio, les hace candidatos a recibir transferencias–, parecerían haber evitado situaciones que debilitaran aún más su acceso a alimentos, a diferencia de los que no reciben programas sociales y que, según se aprecia, habrían podido hacer buen uso de los apoyos, pues incluso reportan incrementos en la inseguridad alimentaria moderada y severa.

     

    GRÁFICA 7

    Este resultado sugiere, por un lado, que hogares que tradicionalmente no son sujetos de la política social requerían ayuda que no recibieron y, por otro, que parte de la población más pobre del país podría haber quedado fuera del reparto de apoyos. En cualquier caso, las diferencias en el desempeño de los hogares en cuanto al acceso a alimentos muestran que los apoyos desplegados no fueron suficientes.

     

    Finalmente, revisamos el escenario del acceso a los alimentos en las entidades. En la gráfica 8 los estados aparecen ordenados de mayor a menor nivel de seguridad alimentaria en 2020, mientras que la gráfica 9 muestra el cambio porcentual experimentado en este indicador respecto a 2018. Las entidades que concentran mayores niveles de población en pobreza suelen encontrarse al final de la distribución. Si bien en 2020 éste sigue siendo el caso, llama la atención encontrar a entidades con mayores niveles de riqueza entre las que más descendieron durante el periodo observado, como Nuevo León, la Ciudad de México o Aguascalientes (gráfica 9). Es imposible no notar el desplome dramático de la seguridad alimentaria en Quintana Roo, una entidad históricamente desigual, pero con niveles de pobreza por debajo del promedio que podrían verse severamente afectados por el impacto de la pandemia en el turismo. En el extremo contrario destaca el aumento de la seguridad alimentaria en Tabasco, una entidad que en todas las mediciones de pobreza sobresale por sus altos niveles de carencia alimentaria.

    GRÁFICA 8

     

    GRÁFICA 9

    RESUMEN: SEGURIDAD ALIMENTARIA EN MEXICO.

    De acuerdo con datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), los países del Hemisferio Americano enfrentan un escenario complejo, que no escapa de las tendencias mundiales marcadas por un menor crecimiento económico, mayor volatilidad, restricciones comerciales y con la necesidad de actuar frente al cambio climático.

     

    El aumento en la demanda global de productos agrícolas requerirá de un aumento de la producción en cerca de 1.3% al año en la próxima década, mientras que el aumento de la superficie agrícola será mínimo. La disponibilidad de semillas mejoradas, fertilizantes y tecnologías digitales favorecerá el aumento de la producción, pero las preocupaciones sobre sostenibilidad, reflejadas en el Objetivo de Desarrollo Sostenible 12 (producción y consumo sostenibles) y cambio climático pueden imponer restricciones al aumento de la producción.

     

    Una de las consecuencias de la estabilización del consumo per cápita, es que el crecimiento de la población, será la principal determinante del aumento en la demanda de alimentos en la próxima década y en los siguientes años. En México, la población ocupada total por grandes sectores de la actividad económica en zonas rurales durante 2018, fue de 45.4% en agricultura, 21% en industria y 33.6% en servicios, el promedio para América Latina en agricultura representa 53.4%2. A pesar de los avances socioeconómicos alcanzados en América Latina en el último decenio, la región continúa siendo una de las más desiguales del mundo, donde México no es la excepción. Las dimensiones de esta desigualdad la constituyen las brechas de desarrollo entre las áreas urbanas y rurales.

     

    Los rezagos de los mercados laborales rurales con respecto a los urbanos tienen como consecuencia un nivel de pobreza rural mucho más elevado. La incidencia de la pobreza es mayor entre las personas que viven en áreas rurales; niños, adolescentes y jóvenes; indígenas; mujeres en edad de trabajar; personas con niveles educacionales más bajos y aquellas cuyas necesidades básicas no se cumplen. Si bien algunas de estas brechas se han reducido desde 2012, otras se han ampliado.

     

    México, atento a los compromisos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible que se organizan en 17 objetivos estrechamente interconectados entre sí, que la hacen indivisible por naturaleza, ha emprendido una política pública orientada a la autosuficiencia alimentaria y el rescate del campo, a fin de estar en concordancia con “No dejar a nadie atrás”, uno de los principios fundamentales de la mencionada Agenda, cuyo cumplimiento exige la participación de todos los sectores y actores de la sociedad, mediante alianzas para movilizar y compartir conocimientos, capacidades, tecnología y recursos financieros para asegurar su implementación en todos los países.

     

    La inseguridad alimentaria moderada o grave en América Latina se incrementó entre los trienios 2014 – 2016 y 2016 -2018, de manera considerable al pasar de 26.2% a 31.1%. Este aumento produjo que más de 32 millones de personas se sumaran a los casi 155 millones que vivían en inseguridad alimentaria en la Región en el periodo 2014 – 2016. México presenta condiciones similares a las de la región; de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2018 el 55.5% de los hogares tiene algún grado de inseguridad alimentaria (32.8% leve y 22.7% moderada o severa), situación que es más aguda en las localidades rurales que en las zonas urbanas. En el campo, el 40.6% de la población presenta inseguridad alimentaria leve, 17.8% moderada y 11.3% severa, en tanto que en las ciudades los datos respectivos son 30.4%, 13% y 7.7%. A esta realidad, se añade la dependencia de las importaciones de granos básicos, principalmente maíz amarillo, trigo y arroz.

     

    En México, la medición de la pobreza multidimensional en 2018, indicó que la carencia alimentaria registrada para la población indígena afecta al 31.5%, mientras que esta carencia para la población no indígena es de 19.2%4. Respecto a la compra de alimentos, entre los hogares de menores ingresos y con salarios que se mantienen relativamente fijos, el monto de recursos dedicados a estas compras, oscilan entre el 50% y el 41%, lo que se ve agravado por el alza en los precios, provocando severas repercusiones al reducir la capacidad de compra y el consumo de la población más pobre. En contraste con el promedio nacional de 35% en el gasto en alimentos. La baja disponibilidad e inaccesibilidad de alimentos nutritivos para algunos segmentos de la población, en conjunto con patrones de consumo poco saludables e inactividad física, han incidido en los últimos años para detonar el problema de sobrepeso y obesidad que afecta de forma más pronunciada a niñas, niños y jóvenes de México, sin que esto signifique haber dejado atrás la desnutrición en el mismo grupo etario.


     

      ¿Por qué la seguridad alimentaria es la base del desarrollo de las personas y las sociedades?

     

    La disponibilidad de los alimentos, el acceso de las personas a ellos, un consumo nutricionalmente adecuado y la estabilidad en el tiempo de las tres anteriores son los pilares sobre los que se asienta el concepto de seguridad alimentaria.

     

    La lucha contra el hambre es un desafío global, así lo establece la propia Organización de las Naciones Unidas (ONU) en sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). El ODS 2 insta a acabar con todas las formas de hambre y desnutrición para 2030, especialmente la que afecta a la infancia, y resalta la importancia de la agricultura sostenible. En el mundo, tal y como alerta la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), se dan situaciones paradójicas, como que en los últimos años haya aumentado el hambre en paralelo a otras formas de malnutrición como la obesidad.

     

    Existen fundamentos que nos permiten establecer los niveles de seguridad alimentaria como son los siguientes:

     

    Disponibilidad: Hace referencia a la producción, las importaciones, el almacenamiento y también a la ayuda alimentaria entendida como una transferencia en caso de necesidad, ya sea a nivel local o nacional.

     

    Estabilidad: La inseguridad alimentaria puede ser transitoria debido a cuestiones relacionadas con el carácter estacional de las campañas agrícolas o el cíclico de las crisis económicas. Para evitarla es importante el almacenamiento.

     

    Acceso: La falta de acceso a los alimentos puede deberse a cuestiones físicas: cantidad insuficiente de alimentos, aislamiento de las poblaciones, o socioeconómicas: precios elevados, falta de recursos monetarios.

     

    Consumo: La ingesta de alimentos debe responder a las necesidades nutricionales, pero también a las preferencias alimentarias.

     

    La alimentación es un aspecto fundamental para el desarrollo de cualquier sociedad. Las necesidades nutricionales básicas de la población deben estar cubiertas. De lo contrario, surgirán muchos problemas, tanto individuales como colectivos. Acceder a alimentos no dañinos y nutritivos resulta esencial para conservar buena salud. La seguridad alimentaria busca evitar enfermedades adquiridas por la comida, afecciones de naturaleza infecciosa o tóxica, y a la par también busca que haya disponibilidad física, acceso económico y físico.

     

    La Seguridad Alimentaria es la base del desarrollo de las personas a nivel individual y colectivo de las sociedades, ya que al garantizar que un individuo cuente con seguridad alimentaria, estamos cubriendo con los aspectos nutricionales y de salud de cada persona, así como garantizando el derecho universal a la alimentación adecuada. A la par contribuimos con el derecho universal a la salud que como su definición dicta “«La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades».  Según la Organización Mundial de la Salud (OMS); así al garantizar Seguridad alimentaria en individuos y sociedades el progreso se hace sostenible, ya que es la base del desarrollo humano, es pilar de la salud humana, es un elemento de bienestar social y disminuye el hambre, la pobreza, la malnutrición.

     

    CONCLUSIONES

     

    Una alimentación correcta siempre debe ser equilibrada, completa, inocua, suficiente, adecuada y variada.  Pero la alimentación no solo comienza en el momento de ingerir los alimentos y metabolizarlos, sino desde el momento de producción del alimento como tal; la Seguridad Alimentaria es un conjunto de dimensiones (disponibilidad, estabilidad acceso y consumo), características, ya que contribuye al estado de bienestar del individuo y las sociedades, garantiza los derechos primordiales del ser humano, y es de importancia por que es base para el desarrollo humano y social, además de ayudar en las situaciones de crisis, desigualdad socioeconómica y desastres.

     

    Para poder lograr una seguridad alimentaria en México se debe unir esfuerzos tanto de instituciones publicas como privadas, educar a las personas en materia de seguridad alimentaria y disminuir los factores que inciden en la seguridad alimentaria tales como:

     

    1.- La crisis de los precios de alimentos, ya que existen problemas en los mercados, así como cambios estructurales en la oferta y la demanda.

     

    2.- La crisis financiera y alimentaria, por la disminución de los ingresos de la población.

     

    3.- Estados con alto índice de pobreza, por la carencia por el acceso a la alimentación.

     

    4.- El ámbito territorial y ecosistemas, es importante considerarlo por que afectan la disponibilidad de alimentos y el desarrollo.

     

    5.- El nivel de educación y conocimientos sobre alimentación y nutrición, esto por las consecuencias epidemiológicas que enfrenta nuestro país.

     

    Garantizar la Seguridad Alimentaria en México, requiere un rediseño de una política y estrategias orientadas a tal fin, en un proceso participativo que considere la multidimensionalidad de la seguridad alimentaria, la institucionalidad que asegure la coordinación y coherencia de las políticas sectoriales y la propuesta de los recursos indispensables. La complejidad –económica, social, política y ambiental– de la seguridad alimentaria demanda una participación amplia en el debate sobre las distintas opciones que se tienen para asegurar una disponibilidad suficiente, estable, inocua y sustentable de alimentos.

     


     

    BIBLIOGRAFIA

     

    1.           FAO, IFAD, UNICEF, WFP, WHO. The State of Food Security and Nutrition in the World 2020. Transforming food systems for affordable healthy diets. Rome; 2020.

     

    2.           FAO I, The World Bank and WFP. Joint Statement on COVID-19 Impacts on Food Security and Nutrition. Rome\ Washington DC; 2020 April 21.

     

    3.           Cumbre Mundial sobre la Alimentación 1996. Declaración de Roma sobre la seguridad alimentaria mundial. Roma: FAO, 1996.

           

    4.           Villagómez, P., “Desigualdad alimentaria y pandemia: un caldo de cultivo”, nexos, 9 de abril de 2020

     

    5.           Villagómez, P., “El sistema alimentario en la pandemia: ¿mantenerlo a flote o transformarlo?”, nexos, 28 de mayo de 2020

     

    6.           Perspectivas de la agricultura y del Desarrollo Rural en las Américas: una mirada hacia América latina y el Caribe 2019 -2020 /CEPAL, FAO, IICA. - San José, C.R.: IICA, 2019. p. 21.

     

    7.           Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional: En América latina y el Caribe 2019 / FAO, OPS, WFP y UNICEF. - Santiago. p. 2. 4

     

    8.           La pobreza en la población indígena de México, 2008 – 2018. CONEVAL 2019. 58. p. 26. https://www.coneval.org. mx/Medicion/MP/Documents/Pobreza_Poblacion_indigena_2008-2018.pdf#search=poblaci%C3%B3n%20 ind%C3%ADgena.

     

    9.            FAO (2019), El sistema alimentario en México oportunidades para el campo mexicano en la agenda 20 – 30 de desarrollo sostenible, p. 41. http://www.fao.org/3/CA2910ES/ca2910es.pdf

     

     

     


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